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Poemas mios y otros cuentos son las ideas remotas del inconciente de Gabriel. Por favor no tomar los poemas como reflejos de armonía ya que han sido compuestos en el total caos. Los cuentos son efectos de la terapia, por lo que parece que son mas serenos

martes, 26 de enero de 2010

Ahora solo son recuerdos fugaces que corren frente a él por el camino de los eupcaliptus. Cada minuto sentado en la vereda del rancho le parecen muy largos tanto como horas.
Se dedicaba a sus pobres libros maltratados por el tiempo, al silencio del campo que lo rodeaba, a recorrer los senderos a caballo.
Pero solo cuando sus pensamientos le daban tregua se dedicaba a escribir, en silencio, en la sala de estar. La noche se hacia tan oscura como la habitación misma donde solo se mantenía la luz de la vela donde él estaba sentado.
Sus largas horas de escrituras dedicadas a su pobre memoria, escribir lo que había hecho, lo importante, los detalles, escribir desde el minuto que despertaba hasta los últimos segundos que se mantenía despierto.
Los recuerdos que no podía sujetar, eran totalmente olvidados, pero aquellos anotados terminaban en un gran cuaderno de notas que cada tanto abría para saber que fue de semanas anteriores, que cosas eran simplemente detalles y que cosas valían la pena recordar.
Él estaba en un tiempo y lugar que sus notas no le decían. Su libro lo llevaba muy lejos en el tiempo, pero nunca le explicaba nada de su amnesia, de su vida antes de las notas, si fue un hombre condenado o fue un hombre a quien le dieron la bendición de olvidar.
Muchas veces sus sueños eran reales, tan así que despertaba en la oscuridad creyendo que eran recuerdos y los anotaba, pero eran guardados en un cajón junto a su cama. No podía distinguir si solo eran sueños o recuerdos.
En sus cabalgatas muchas veces parecía reconocer un algarrobo, tanto así que pensó que pertenecía a su pasado, que era parte de él y que en sus raíces estaban las raíces de él. Era un sentimiento extraño, recordar o creer recordar algo de su vida, tirar de las riendas del caballo, y quedarse frente al árbol, inmóvil, sin poder encontrar lo que conectaba la planta con su vida.
Cada vez las notas eran mas largas, podía retener sus recuerdos sin la necesidad de escribirlos, pero por un cierto miedo tras dos o tres días volvía a las notas e intentaba no olvidar nada.
Él no podía recordar mas allá de lo que leía en sus notas, no reconocía fechas, hechos, personas que en sus sueños se hacían presentes, no sabia lo que había sido de él antes de encontrarse en ese campo.
Estaba sentado frente al camino, no había recuerdos que lo aferraran a ese campo, a esa soledad, a ese olvido.
Tomo sus notas, un dinero que no sabía si en verdad era suyo y salio a la ruta, de allí miro el rancho a lo lejos entonces lo intento olvidar y no pudo siquiera borrar la imagen, no pudo desarmar todo aquello. Y se dio cuenta que siempre fue así, que nunca hubo vida detrás de aquellas notas, que el olvido era solo un recuerdo que tenía, que sus años en ese rancho, en ese campo fueron algo a lo que se puede llamar vida.
Entonces se sintió olvidado, se sintió ausente tras los limites del campo, en ese camino que no sabia a donde lo llevaría sintió miedo. Él no conocía el mundo o no lo recordaba, no sabía de los hombres que lo habitaban, de las cosas. Desconocía todo aquello que lo aguardaba con las garras afiladas, soltó sus notas que se desparramaron con el viento, parado en esa ruta, mirando hacia todos lados se dio cuenta que era volver a empezar y el problema no era recordar, ahora un terror mayor lo arrebato: era decidir.

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