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Poemas mios y otros cuentos son las ideas remotas del inconciente de Gabriel. Por favor no tomar los poemas como reflejos de armonía ya que han sido compuestos en el total caos. Los cuentos son efectos de la terapia, por lo que parece que son mas serenos

viernes, 12 de febrero de 2010

La tigra

Ya hacia horas que estaba acorralado. Tenía la opción de matarla y caminar tranquilo sin la preocupación que nadie seguiría sus pasos, nadie asechara en su camino.
¿Salir corriendo? Imposible, sus piernas estaban heridas profundamente por el cansancio, pese al descanso bajo la mirada estricta de una mirada que anticipaba sus movimientos o eso creía. Los mosquitos seguían torturando la piel transpirada. Él podía oír sus pasos allí atrás, la botella de caña estaba vacía y el sol bajaba tras el monte. Él sabía que no tenía mucho tiempo, que pronto caería la noche, que no podía escapar de la prisión de puertas abiertas custodiada por fauces filosas.
La selva no era el mejor refugio, lo encontrarían, además el grito de la escopeta alertaría a las familias que vivían en este monte donde él era solo un extraño. Otra opción era correr río abajo, buscar algún refugio abandonado. Era suicida intentar escapar de esa manera pero la luz caía en el horizonte y seria tarde escapar en la noche.
En una acción se puso de pie y corrió a toda prisa, entre la selva, sus pasos retumbaban con la lluvia, su corazón aun más, seguía el ritmo del miedo, golpeaba fuerte en su pecho.
Al cruzar por un limpión de la selva y escuchar por sobre la lluvia el correr del río y se sintió aliviado, más calmo, esperanzado quizás.
Solo una barranca lo separaba de la deseosa ribera, una barranca de unos quince metros que abruptamente descendió tras el ataque inesperado de ella. El viejo al reponerse, sacó el machete esperando un último ataque, un ataque final. Pero ella estaba ahí arriba, solo miraba a su victima indefensa, sin oportunidades de escapar, pero sus ojos no buscaban sangre, buscaban piedad, un pésame.
A las espaldas del viejo, un grito leve que la llamaba. El hombre dio unos pasos hasta encontrar el refugio del macho. No es digno para nadie, ni siquiera para un animal sufrir así. Hacía días que no comía, su pata izquierda casi arrancada por los perdigones. Estaba muriendo y no había forma de evitarlo.
El viejo entendió el acoso, la lluvia había cesado. Tomó la escopeta y cerrando los ojos jalo del gatillo _Ese gringo hijo de una gran puta nos jodio a todos_
Otras gotas comenzaron a caer y junto con ellas sobre los pastizales cayó la tigra, llorando, tal vez como una persona.
Al llegar a su refugio, con la camisa sucia y mojada en sangre y agua se sentó, botella en mano comenzó a reír como un loco y tomaba largos tragos de caña. El libro frente a él, ese que estuvo leyendo durante seis años, comenzó a tomar forma recién. Comprendió todo lo que habia sucedido: la muerte de su mujer, el exilio de la tribu, el personaje del libro reflejado en él, la tigra y su macho, la venganza y ahora el suicidio.

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